Isidoro de la Orden, la maestria y el alma de la gastronomia

El Mosqui es un emblema culinario, eso es indudable. No se puede hablar ni conocer, ni entender la historia de Cabo de Palos si no se vive en primera persona este lugar, uno de los más queridos y representativos del Mediterráneo. Y es que El Mosqui no simboliza únicamente la buena gastronomía, la diversidad culinaria, el buen servicio y la extraordinaria calidad de sus productos. El Mosqui simboliza las cosas sencillas y auténticas que sólo el tiempo hace que lleguen a ser inalcanzables y eternas. Las únicas cosas que representan los valores que nos unen. Un hecho conseguido con méritos propios, con cuatro generaciones de profesionales cultivando la tradición y apostando por la diversidad, mirando siempre al futuro con entusiasmo y venciendo las adversidades.
Un nombre propio en la historia de El Mosqui es, sin duda, el de uno de sus fundadores, Isidoro de la Orden. Su legado es el respeto que todos los que le conocemos le tenemos. Le respetamos y admiramos por su esfuerzo y su valentía, por saber juntar en la amistad y al rededor de la buena mesa, los buenos brindis y la buena gente. Isidoro de la Orden representa la solera gastronómica, esa que sólo entiende del trabajo bien hecho y del cliente muy satisfecho. Por su restaurante han pasado la flor y nata de la cultura, el cine y el deporte, y es que El Mosqui es un restaurante que lleva 70 años de orgullo por bandera. Premiado por la crítica gastronómica, por las instituciones culinarias más puristas y, sobre todo, por los comensales que van, vuelven y prescriben un lugar que mira al mismo Mediterráneo donde comía Julio Iglesia, Raphael o Albano. Hoy, El Mosqui también presume de ser un lugar donde la gastronomía tradicional se fusiona con la innovación más vanguardista de la mano del chef Sergio de la Orden y de un equipo de profesionales de más de 7 nacionalidades. Sin duda, El Mosqui es un referente en muchos sentidos, durante muchos años y para muchas generaciones. Hoy, en TravellersandCo tenemos el honor de adentrarnos en su universo de sabores, en su historia de superación y éxito de la mano de uno de sus excepcionales anfitriones y fundadores, Isidoro de la Orden.
Nos gustaría empezar preguntándole, ¿cómo nace El Mosqui?
Nace en el mismo año que yo, en 1952, con un quiosco de playa hecho con maderas por mi padre y mi madre. En aquel entonces, esto era un pueblo muy pequeño y pescador. Mi padre era pescador y no había carpinteros ni servicios. Mi madre, con su maña, fue levantando un pequeño quiosco que, al terminar el verano, se desmontaba. Se servían tapas típicas y, con el tiempo, mi padre, usando una lata redonda de aceite de motor de barco, fabricó una hornilla de carbón. Fue muy útil porque aquí no había butano, solo leña. Así empezó todo: cuatro o cinco tipos de tapas y cerveza fresca, como se anunciaba en un cartel.
Después de la posguerra, su padre fue el alma máter de El Mosqui, ¿cómo lo recuerda?
Con mucha añoranza. Mi padre era pescador y, en verano, buscaba un ingreso extra para pasar el invierno. Entonces el pescado valía poco y había mucha necesidad, así que el bar fue una solución.
El Mosqui sufrió un incendio y tuvo que reinventarse, prácticamente desde cero, ¿cómo vivió ese momento?
Fatal. Pero lo reconstruimos con más ilusión y sin quedarnos por debajo de nadie. Fue un esfuerzo enorme, pero hoy El Mosqui es un referente en Cabo de Palos. Ha sido una lección de resistencia y trabajo duro.
¿Esa es la fórmula del éxito: resistencia y trabajo duro?
Sí. Mis hijos han vivido la mejor época, desde el incendio hasta ahora, y han logrado muchos premios. Espero que todo siga bien para que todo el mundo pueda trabajar y disfrutar.
En estos años, ¿cómo ha visto la evolución de este negocio?
Ha evolucionado igual que España. Salimos de una guerra, con hambre y miseria. Cada uno tuvo que buscarse la vida. Con el tiempo empezó a llegar el turismo, y eso nos permitió crecer. Fue un ascenso constante hasta hoy.
Su padre comenzó, luego usted, y ahora sus hijos con Sergio como cara visible. Han formado un equipo muy cualificado y con experiencia internacional, ¿qué percepción tiene en esta época con tanta oferta gastronómica?
Ahora es difícil encontrar personal cualificado, pero las escuelas de hostelería, como las de Cartagena y Murcia, forman a muy buenos profesionales, tanto nacionales como extranjeros. Me gusta contar con jóvenes que vienen con ganas de aprender. Llegan con una base y aquí les damos nuestro estilo. Eso es lo mejor que nos ha pasado.
¿Cómo valora la gastronomía española?
Es muy buena. En Murcia, por ejemplo, las escuelas de hostelería están llenas y la gente es competente. Estoy convencido de que en unos años se notará aún más ese nivel.
Su hijo Sergio ha trazado una nueva línea gastronómica que respeta lo local pero se abre al mundo, ¿cómo lo ve?
Muy bien. Antes de retirarme, dejé claro que los tres pilares de aquí, como el caldero y su forma de hacerlo, no se tocan. A partir de ahí, ha innovado, ha cambiado cartas, ha viajado, ha sido premiado y consultado por otros. Me enorgullece ver que la empresa sigue fuerte.
Cuéntenos alguna anécdota de la época dorada del Mosqui…
Fue muy buena. Mi padre recibió premios y viajamos mucho. Conocimos a muchos actores y actrices. En los años 80, Manuel Fraga, como ministro de Información y Turismo, nos otorgó la placa de bronce al Mérito Turístico. Fue un gran reconocimiento y una gran época.
Por aquí han pasado políticos, deportistas y artistas. ¿A quién recuerda con cariño?
En la cocina he atendido a humoristas como Fernando Esteso y Andrés Pajares, y a cantantes como Albano, Julio Iglesias o Raphael. Venían todos los veranos, y eso siempre generaba un ambiente especial.
¿Se les trataba igual que a los demás clientes?
Por supuesto. Aquí la prioridad es que el cliente nunca se vaya insatisfecho.
Para celebrar el 70 aniversario de El Mosqui, José Antonio Cañavate, uno de los miembros más queridos de su equipo, ha publicado un libro en el que se recoge la historia del restaurante, ¿qué le parece esta iniciativa?
Me parece muy bien porque ha tenido la idea para ello. Si no hubiera sido por él, este libro no hubiera salido a la luz. Sale por su empeño. Y como trabajador, es parte de la familia de El Mosqui.
¿Cómo se imagina la cuarta y quinta generación de El Mosqui?
Espero que todo siga adelante, que el trabajador pueda trabajar y el empresario pueda mantener su negocio con confianza. Nuestra meta siempre ha sido que el cliente vuelva año tras año, con la misma confianza y calidad desde el primer día.
Para terminar, El Mosqui es un referente de la gastronomía dentro y fuera de España, ¿cómo valora su legado?
Aunque me hubiera gustado dejarlo a mis hijos tal como está ahora, y no con las dificultades tras el incendio. Ellos supieron reconducirlo. *El Mosqui* es un lugar que no falla: producto local, buena gente y buenos profesionales. La perspectiva es muy buena. Creo que Murcia seguirá creciendo en gastronomía.











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